«Serás para nosotras, tú y tu pueblo, la más fuerte convicción» – Carta de amigas de Legerîn Çiya (Alina Sánchez)
Una noche, en la tierra cálida de la mas grande de las Antillas, estábamos sentadas varias mujeres latinoamericanas mientras nos convencíamos de participar en las formaciones de educación popular con otrxs compas de latitudes diferentes, con el objetivo de transformarnos y crecer a partir del intercambio de experiencias. La conocí allí, con un saludo tímido e improvisado pero con potente conexión inmediata, nos presentamos.
Hablábamos de la realidad de nuestros países, pero ella muy acuerpada en territorios de oriente, comenzó a transmitirme lo que poco después descubrí que había vivido en carne propia en Kurdistán. Una sociedad que se estaba intentando reconstruir desde las bases, desde sus tradiciones y su cultura, pero además con el plus de que se pensaban a la mujer con todas sus virtudes, fortalezas y debilidades a deconstruir, con un monstruo detrás con el que tenían que luchar frente a frente y resistir hasta conseguir lo más preciado, su libertad.
Sabíamos que nuestro enemigo siempre había sido el mismo para el mundo en el que vivimos, disfrazado con mil caras y nombres, pero con los objetivos claros de poder dominarnos y acallarnos, por eso entramos en otra fase, la de crear amor para vencer, en el que ya no sólo compartíamos espacios de formación sino que elegimos además vivir el día a día tratando de cuestionarnos absolutamente todo desde el amor tan puro y profundo que nos teníamos, y encontrar alternativas que nos llevaran a ser libres. Alina, Legerin, era una mujer sencilla, cariñosa, súper expresiva, llevaba cualquier experiencia cotidiana a una charla mas reflexiva, se cuestionaba contínuamente sus prácticas, se exigía bastante, y eso nos interpelaba a quienes vivíamos y hacíamos con ella, sobre todo a sus compañeras, amigas, hermanas mas cercanas.
Trabajamos juntas hasta su último día en Cuba aportando sus ideas siempre claras y coherentes, apostando siempre a la capacidad de diálogo, de insistir y practicar el pararnos desde los puntos comunes con el o la otra, y no desde las diferencias, no desde mi reducida perspectiva de la realidad.Y al ser capaces de escarbar en cada proceso histórico, en nuestras culturas, en nuestros territorios, en nuestros pensamientos, y encontrar su potencial liberador, emancipador, solidario.
Ella, nunca tuvo lío con las críticas, al contrario, pensaba que para cambiar el mundo teníamos que crecer individualmente en espacios grupales, y así fue como se unió a nuestro proceso colectivo donde también tuvimos nuestro espacio de mujeres, en el cuál aprendíamos y compartíamos perspectivas que nos ayudaron a convencernos que es necesario y fundamental quitarnos las cadenas invisibles y transformarlas en granitos de arena.
Durante el último período de su tiempo en Cuba, nos confirmó que su espacio emancipador donde iba a dar todo de sí, sería Kurdistán, asumiendo tareas de salud y trabajando con las mujeres. Desde un inicio, sabíamos que Ali pertenecía allí, lo notábamos cuando brillaban sus ojos al hablarnos del Confederalismo Democrático y/o de Jineoloji, o cuando le temblaba la voz al hablar de Abdullah Ocalan y/o las miles de injusticias que han tenido que vivir en Kurdistán. Nos sentimos muy orgullosas de su decisión, entendíamos que era su destino, su lugar, su vida y su pueblo.
Ali, así como decíamos que este vínculo que teníamos no tenía fronteras y seríamos siempre el abrazo de contención y de abrazo de este lado del planeta, hoy te lo reafirmamos más que nunca, serás para nosotras, tú y tu pueblo, la más fuerte convicción.
Amigas y compañeras de colectivo latinoafricano (Adriana y Emilia)