MUJER Y BÚSQUEDA DEL CONOCIMIENTO: Una historia de criminalización
Ana Arambilet
Concepto de epistemología y teoría del conocimiento
La epistemología es la parte de la filosofía que estudia los principios, fundamentos, extensión y métodos del conocimiento humano. En términos generales se puede decir que estudia las circunstancias históricas, psicológicas y sociológicas que llevan a la obtención del conocimiento científico. Es el estudio para la obtención de conocimiento.
Desde la modernidad capitalista se afirma que el conocimiento no solo nos vincula al mundo, sino que el conocimiento realiza, en parte, la constitución de lo que para cada uno es “su mundo”1. Pero si miramos lo que la filosofía y los diferentes autores establecen sobre el conocimiento, encontramos, de nuevo, que la presencia del punto de vista de la mujer es nula; se habla del concepto de conocimiento desde el punto de vista del hombre: qué es lo que el patriarcado concibe como conocimiento; qué conocimientos interesan al patriarcado, etc.. Si la epistemología estudia las circunstancias históricas, psicológicas y sociológicas que llevan a la obtención del conocimiento científico, ¿cuáles han sido esas circunstancias para las mujeres a la hora de acceder ellas a la obtención del conocimiento? Si el conocimiento realiza en parte la constitución de lo que para cada uno es “su mundo”, ¿cómo han podido las mujeres, apartadas de la generación de conocimientos, constituir su mundo?
En un pequeño texto, Dones finestreres -es decir, mujeres “ventaneras” o mujeres que miran por las ventanas- la escritora Montserrat Roig nos cuenta cómo se criticaba y ridiculizaba la costumbre de las mujeres burguesas de los siglos medievales de mirar por los ventanales de sus confortables prisiones: sus casas. ¿Y qué otra cosa podían hacer, apartadas de la vida? En la mujer, la curiosidad es cotilleo; mujeres condenadas a mirar la vida que fluye y se desarrolla fuera de las celosías de sus casas, pero incluso esa mirada es censurada; la mirada de la mujer no puede traer nada bueno, debían pensar los patriarcas de la época.
La mujer de Lot, Pandora y Eva
En Lucas 17.32, el segundo versículo más corto de las escrituras, se lee: “Acordaos de la mujer de Lot”. Lo que esta mujer, sin nombre y merecedora solo de unas pocas líneas de las escrituras, hizo, fue volver la vista atrás, a pesar de la prohibición del dios, cuando Sodoma y Gomorra fueron aniquiladas por la ira divina, a causa de la supuesta depravación de sus habitantes. El dios avisó a Lot de la inminente destrucción de la ciudad, para que él y su familia pudieran huir y salvarse, con la condición de no volver la vista atrás. Pero la mujer de Lot, en su huida, quiso echar un último vistazo a su hogar, y como castigo a su desobediencia el dios la convirtió en estatua de sal, lo que no conmovió en absoluto a Lot, el elegido del dios, que después repoblaría la marchita tierra procreando con sus propias hijas.
La mujer de Lot es representada, por lo tanto, como la mujer cotilla, pero en realidad es una mujer que empatiza con el destino de su gente, y gira su rostro para ver por última vez el que ha sido su hogar hasta entonces, como dice la poeta rusa Wislawa Szymborska:
“Tal vez miré hacia atrás por curiosidad.
Pero además de curiosidad pude tener otras razones.
Miré hacia atrás porque me dio tristeza la escudilla de plata.
Por distracción: amarrándome el cordón de la sandalia.
Para no mirar más la nuca justa
de mi marido, Lot.
Por la seguridad repentina de que si yo muriera,
él no se detendría.
Por la desobediencia natural de los humildes.
Escuchando cómo nos perseguían.
Conmovida por el silencio, pensando que Dios cambiaría de idea.
Nuestras dos hijas se perdían ya tras la colina.
Sentí la vejez en mí. El alejamiento.
Lo inútil de viajar. Sueño.
Miré hacia atrás mientras ponía mi hatillo en el suelo.
Miré hacia atrás preocupada por el siguiente paso.
…..
Por la vergüenza de huir a escondidas.
Por las ganas de gritar, de regresar.
O porque justo entonces se soltó el viento,
desató mi pelo y me levantó el vestido.
…..
Por falta de aliento varias veces perdí el equilibrio.
Si alguien me hubiera visto, pensaría que bailaba.
Es posible que haya tenido los ojos abiertos.
Que haya caído mirando hacia la ciudad.
……
Y es otra poeta, Anna Ajmátova, la que indaga sobre los motivos que impulsaron a la mujer a volver la vista hacia la ciudad destruida, desafiando el mandato de un dios vengativo y ante la indiferencia de Lot.
Y el hombre justo acompañó al luminoso agente de Dios
por una montaña negra, siguiendo su huella,
mientras una voz incansable acosaba a la mujer:
—No es demasiado tarde, aun puedes mirar hacia atrás.
Hacia las torres rojas de tu Sodoma nativa,
al patio donde una vez cantaste, al pabellón para hilar,
a las ventanas de la enorme casa
donde la descendencia santificó tu lecho conyugal.
Una sola mirada: súbita punzada de dolor
en sus ojos, antes de poder emitir cualquier sonido.
Su cuerpo se derritió en sal transparente
y sus ligeras piernas se clavaron en la tierra.
¿Quién penará por esta mujer? ¿No le resulta
de sobra insignificante a nuestra incumbencia?
Incluso así, nunca la negaré en mi corazón,
ella que murió porque eligió volverse.
Anna Ajmátova y Wislawa Szymborska le dan a la mujer de Lot la voz que el patriarcado le ha negado. Ella mira hacia atrás por amor. El patriarcado nunca mira hacia atrás; Gaza, como Sodoma y Gomorra, como Guernica y Sarajevo, son también ciudades destruidas, pero el sistema solo mira hacia adelante, hacia los beneficios económicos que comportan la reconstrucción de las ciudades destruidas. No mirar hacia atrás implica olvidar el dolor causado, que por lo tanto se puede volver a producir. La mujer de Lot es la voz acallada de la memoria.
El mito de Pandora pertenece a la mitología griega, y como todos los mitos aparece narrado de diferentes maneras. Básicamente el mito refiere la historia de una bella mujer, creada por los dioses para castigar a Prometeo por haber regalado el fuego sagrado a los humanos. Pandora fue entregada a Epimeteo, hermano de Prometeo, junto con una caja -en realidad un ánfora- y la orden de que no la abriera. Pero Pandora, llena de curiosidad, abrió el recipiente, y todos los males que encerraba, y de los que la humanidad, hasta ese momento, había estado libre, se esparcieron por el mundo. El dios Zeus utilizó la curiosidad y la desobediencia de Pandora para castigar a los hombres, por aceptar y agradecer el regalo divino de Prometeo.
En cuanto a Eva, es conocida la historia bíblica según la cual ella, inducida por la serpiente, la diosa Lilith, convence a Adán de que coma el fruto prohibido del árbol de la ciencia del bien y del mal. El dios, enfurecido, expulsa a Adán y a Eva del paraíso, y les condena a él a trabajar con el sudor de su frente y a ella a parir con dolor (El trabajo y la procreación tal y como están estructurados aparecen como castigos divinos, pero mirando hacia atrás se puede ver que hubo otra manera de organizar la reproducción y el mantenimiento de la vida). Hay una pregunta en el aire: ¿Por qué Dios, si no quería que Adán o Eva comieran de los frutos de ese árbol, lo puso tan al alcance de su curiosidad?
Si analizamos el mito de Eva desde otro punto de vista, podemos considerar que Adán carecía de iniciativa, obedecía ciegamente los mandatos de Dios y no tenía ningún interés en el conocimiento. Eva, que ha sido representada como la mujer sumisa, frente a la rebelde Lilith, toma la decisión de coger la fruta prohibida; la iconografía clásica presenta a Eva tentada por la serpiente, que antes del patriarcado era una representación de la diosa y de la sabiduría. La diosa kurda Shamaran, diosa de la sabiduría, es representada de esta manera. Frente a las imposiciones del patriarcado Eva decide seguir los consejos de la diosa-serpiente e intentar recuperar el saber que se le usurpó a la mujer con la institucionalización del patriarcado.
Y nuevamente es una poeta, Georgina Herrera, cubana, la que da voz a la sumisa Eva:
Adán
ocioso y solitario, anda,
desanda y vuelve a andar,
ese primer sitio inventado para vivir
llamado Paraíso.
Un sueño largo, espeso
cual la llovizna de ese atardecer,
le impide
ver cómo llega esa mujer primera.
…..
Eva viene
quién sabe de qué sitio,
se tumba junto a él precisamente;
va a hacerse la costumbre
de nunca más estar tan sola.
Descansa a un costado de Adán,
de ese que duele
porque sobre él pasó el sopor del vino
ajeno a ese prodigio que es el agua.
…..
Adán despierta,
la ve preciosa, cree que sueña,
que ha salido de él,
pregunta
a Dios, su cómplice, y ambos
la intuye poderosa
más que ellos dos. Temen
y ajustan la mentira.
…..
Rueda la historia
contada por Adán a su manera, dice
que desnuda la extrajo
de su costado, cuando
en verdad, llegó vestida
de cielo, tarde y cantos de mil pájaros.
Vuelve a pasar el tiempo,
tanto…
Adán respira hondo, hincha
su pecho, extiende
sus dos brazos
con la seguridad de quien sostiene
el mundo por sí solo, llama a Eva
para que escriba con menudos trazos
una versión novísima de aquel suceso.
Ella, entonces, piensa:
“Es hora ya
de que este hombrecito cuente
sus costillas,
sepa que están intactas”.
¿Qué tienen en común una estatua de sal, una caja o ánfora y una manzana? Todos estos mitos criminalizan el natural deseo de las mujeres de conocer e interpretar su entorno a través de sus sentidos y de su mente, y generar conocimiento y su propio espacio vital. Pero el mensaje del patriarcado es implacable, el deseo de conocimiento de las mujeres debe ser castigado. Las tres mujeres desobedecen el mandato divino, lo que nos muestra el espíritu rebelde y la necesidad de guiarse por su criterio propio de las mujeres, desafiando el orden establecido por un dios que cuenta con los hombres como aliados; en ese sentido la imagen metafórica de “la nuca justa de Lot” es impactante: el hombre nos da la espalda.
Las tres desobedecen al dios padre y las tres son castigadas; la intención es clara: alejar a la mujer del conocimiento, porque es peligroso para ella, aunque en realidad es peligroso para el orden social establecido por el patriarcado. Pandora esparce el mal por el mundo, y Eva es causante del pecado original; el desafío de la mujer de Lot, cuya mirada está guiada por el amor, la castiga a ser convertida en sal2 y a la pérdida de su propio nombre. “Acordaos de la mujer de Lot” es una amenaza.
¿Por qué el hombre teme tanto el acceso de las mujeres al conocimiento? Infantilizada, alejada de los centros del conocimiento, prohibida su presencia en las universidades, tanto como alumnas como docentes, durante siglos… y sobre todo considerando que el conocimiento de las mujeres pone en peligro el estatus quo.
La epistemología de Jineolojî, como ciencia y método del nuevo paradigma de la Modernidad Democrática, incluye el conocimiento empírico de las mujeres y tiene en cuenta la ética. Si el conocimiento realiza, en parte, la constitución de lo que para cada uno es “su mundo”, si la ciencia es “la acumulación de los conocimientos de la sociedad, en un marco tanto teórico como práctico, que da a la sociedad la capacidad de evolucionar y transformarse3, la cuestión ya no es solo el acceso al conocimiento, sino qué tipo de conocimiento queremos adquirir, qué tipo de ciencia queremos desarrollar. El conocimiento tiene que estar al servicio de la sociedad, no encerrado en los centros elitistas, aislados de la sociedad. Si la ciencia da a la sociedad la capacidad de evolucionar y transformarse, ¿qué tipo de ciencia queremos desarrollar?
La supervivencia de un sistema tan antinatural como el patriarcado y el capitalismo necesita que el conocimiento esté al servicio del capital y de la opresión, y por ello la mirada y la comprensión de la mujer respecto al mundo debe ser eliminada y demonizada. Pero la sabiduría se ha conservado en las mujeres ancianas, en las mujeres que no han tenido acceso a la cultura oficial, en las mujeres jóvenes que se inician en el conocimiento de la vida desde su propio “ser mujer”, en las mujeres maduras que son transmisoras de los conocimientos de sus propias madres a sus hijas.
En muchos mitos diferentes, de culturas diferentes, aparecen los arquetipos de la sabiduría práctica e intelectual (Metis); de la sabiduría mística y espiritual (Sofía); de la sabiduría psíquica e intuitiva (Hécate); de la sabiduría meditativa (Hestia); de la ira transformadora (Sekhmet y Kali-Ma); de la risa curativa (Baubo); o de la compasión (Kuan Yin)4.
Quizá lo que le da miedo al patriarcado no es que la mujer tenga acceso al conocimiento generado por él, sino que cree su propio conocimiento y su propia ciencia (Jineolojî).
1Sergio Rabade Romeo: La estructura del conocer humano. Madrid, 1966
2Monte Sodoma es una colina a lo largo de la parte suroeste del mar Muerto. Está compuesta casi enteramente de halita o sal gema.
3Jineolojî. Campamento Sehîd LêgerÎn Ciya. Alicante, 2021. Pag. 52
4 Jean Shinoda Bolen, “las diosas de la mujer madura”. 2003