La paz, como la imaginan las mujeres – y la democracia, como la construyen las mujeres
Necîbe Qeredaxî
Las sociedades de Oriente Medio y el Kurdistán, debido a la situación geopolítica de la región, se sitúan en la intersección de tres continentes que han servido históricamente de corredor comercial. Estas regiones han sido durante mucho tiempo la cuna de las primeras grandes religiones institucionalizadas y sistemas de creencias, así como el lugar de nacimiento de muchos de los primeros descubrimientos e innovaciones de la historia, tanto constructivas como destructivas. Si nos fijamos en el lado positivo, se dieron lugar las primeras revoluciones de la vida sedentaria, la lengua, la cultura y la agricultura, al mismo tiempo que se daba la revolución de la de las mujeres. Como negativo, encontramos que fueron los lugares de nacimiento de las primeras jerarquías, aparición de la autoridad, establecimiento del Estado…y todo ello construido sobre cimientos patriarcales. Son territorios que siempre han estado marcados por el conflicto.
En consecuencia a lo anteriormente citado, las comunidades montañesas y rodeadas de naturaleza han sido históricamente blanco de invasiones. A lo largo de la historia de la región, la sociedad kurda y sus raíces étnicas se han enfrentado a la ocupación sistemática en numerosas ocasiones. Sin embargo, su arraigada cultura de resistencia y auto-conservación, su relativa inmunidad a las mentalidades autoritarias y jerárquicas y su fuerte conexión con la tierra y los valores culturales, han hecho que todos los intentos de ocupación hayan fracasado, sobre todo en el último siglo. Desde el genocidio físico hasta la guerra psicológica y económica, la población kurda ha sufrido todo tipo de ataques. A menudo sólo le quedan los medios para sobrevivir físicamente, puesto que es una sociedad que se ha visto abocada a una situación en la que no sólo se niegan su identidad y su existencia, sino que la propia idea de ser kurdo se ha presentado como una maldición y una carga, lo que ha desencadenado procesos de auto-negación y disolución cultural.
En tales circunstancias, el levantamiento y la rebelión contra la ocupación se convierten en las expresiones más naturales de dignidad. La resistencia histórica, en este contexto, no ha sido una elección, sino una necesidad existencial. Cuando una fuerza de ocupación ni siquiera reconoce a un pueblo como humano y lo somete a una deshumanización total, no queda otra alternativa que el levantamiento, un paso inicial que conlleva el potencial de evolucionar hacia una transformación revolucionaria. Este ha sido más o menos el caso en todas las partes del Kurdistán, especialmente tras su partición mediante el maldito Tratado de Lausana. Para una sociedad en tales condiciones, lo que se llamaba «paz» significaba a menudo silencio y sumisión, especialmente para las comunidades kurdas. Para los Estados ocupantes, la paz era a menudo un medio para silenciar, asimilar y llevar a cabo un genocidio cultural contra diversas identidades y pueblos.
En cada parte del Kurdistán, el concepto de estabilidad y paz del Estado ha significado la supresión de la diversidad, ofreciendo únicamente la asimilación a la estructura ideológica y política del Estado. Esta mentalidad patriarcal y ocupante ha impregnado toda la sociedad. Al mantener el subdesarrollo económico y social, las mujeres en particular se han visto doblemente sometidas a la ocupación: una por el Estado y otra por la dominación masculina.
La lucha por conseguir la identidad, la existencia y la libertad en el pasado se ha basado a menudo en marcos contextuales formados en la mesa de negociaciones. Por este motivo, existe la idea generalizada de que “lo que los kurdos ganaron con la lucha armada a menudo se perdió en las negociaciones”. En la historia de la resistencia armada, los ámbitos político y militar han estado frecuentemente separados, un enfoque al que en el Kurdistán meridional y oriental se suele hacer referencia como la «fase de la montaña» y la «fase de la ciudad» de la lucha. Desde esta perspectiva, las negociaciones de paz han adquirido generalmente un carácter masculino. Estos hábitos y marcos conceptuales deben examinarse críticamente y superarse, cuestión sobre la que volveré al tratar el modelo de pensamiento, mentalidad y organización del Movimiento de Liberación del Kurdistán.
Está claro que la búsqueda de la paz y la coexistencia democrática es una de las necesidades más simples y fundamentales de los seres humanos y de la sociedad. Incluso en presencia de desacuerdos y conflictos, el objetivo debe ser avanzar hacia un modelo mejor, que no se base en la negación o la destrucción. La necesidad de paz siempre ha estado arraigada en el tejido de la sociedad natural e incluso se ha reflejado en el papel de la mujer durante los conflictos tribales. En muchas guerras y disputas internas, cuando las mujeres se quitaban sus pañuelos blancos, ponían fin a la lucha. Sin embargo, en otras situaciones, las mujeres se consideraban meros instrumentos para detener el derramamiento de sangre (en nombre de la reconciliación, se entregaban en lugar de la sangre).
Pasos hacia el pensamiento y el modelo de sociedad democrática
El surgimiento del Movimiento de Liberación del Kurdistán hace 52 años, como respuesta a una historia marcada por la ocupación, la supresión de la identidad y una guerra por la supervivencia -en particular, la subyugación histórica de las mujeres-, representó una postura profundamente revolucionaria. En esas condiciones, la fundación de un partido revolucionario era el único camino viable. Iniciar una lucha armada frente a la negación y la ocupación genocida sistémica no era una opción, sino una necesidad para el pueblo kurdo, sobre todo teniendo en cuenta que la ocupación de la mayor parte del Kurdistán repercutía en todo el Kurdistán.
Lo que Öcalan describió como el «nacimiento» de la sociedad fue el surgimiento de un movimiento que remodelaría el curso de la historia -intelectual, ideológica y filosóficamente- provocando un renacimiento en todos los ámbitos de la vida. Desde una condición de auto-despertar hacia la auto-organización, su objetivo era rechazar la ocupación en todas sus formas (ocupación de la tierra, del cuerpo y de la existencia) y redefinir el yo. Fundamentalmente, esta redefinición vinculaba la liberación de la tierra y la liberación de las mujeres como luchas inseparables. En el centro de esta filosofía se encuentra el principio de que la liberación de la mujer es la base de todas las demás libertades y, por tanto, un requisito previo para la liberación de la sociedad en su conjunto. Para ello, la organización autónoma de las mujeres se considera una fuerza vital de transformación en espacios donde la ocupación y el patriarcado se reproducen continuamente.
Para lograrlo, es necesario que las mujeres luchen contra la mentalidad de la ocupación y el patriarcado, uniendo las luchas nacionales, de clase y de género. Sin el éxito de esta lucha y sin avanzar hacia una sociedad y una mentalidad democráticas, hacia hombres y mujeres democráticos, cualquier discurso sobre la paz corre el riesgo de caer en las mismas promesas huecas hechas a las mujeres tras las revoluciones socialistas y los movimientos de liberación nacional del pasado. A través de canales legales, reformas parciales y logros individuales, a menudo se ha intentado ocultar el verdadero significado de la paz. Pero ni la cuestión kurda ni las cuestiones sociales de fondo -las que afectan más profundamente a las mujeres- pueden resolverse con reformas parciales.
Sin duda, 52 años de lucha ininterrumpida han dado lugar a un renacimiento de la sociedad y de las mujeres, una revolución en el sentido social, intelectual y democrático. Como tal, la lucha ha renovado naturalmente sus herramientas y se ha orientado hacia la profundización de la política democrática, abrazando la paz y avanzando hacia un modelo democrático de sociedad. En una sociedad y un movimiento que han elevado su filosofía de vida y pensamiento al nivel de paradigma (el paradigma de la modernidad democrática, basado en la democracia directa, la ecología y la libertad de la mujer), la paz se articula ahora desde una posición de fuerza. Sin embargo, no se trata en absoluto de una fase fácil.
El «proceso de Paz y Sociedad Democrática» no es un proceso que nos deje en una situación de espera
En un mundo plagado de violencia y en el que se siguen desarrollando armas cada vez más destructivas, cabe preguntarse: ¿cómo puede Abdullah Öcalan seguir hablando de paz? Muchos dirigen esta pregunta hacia el Movimiento de Liberación del Kurdistán y de las mujeres kurdas, preguntándose hacia dónde se dirige este proceso. Sin embargo, el llamamiento a la «Paz y Sociedad Democrática» no es un proceso que nos deje esperando a que algo llegue ya hecho. Por el contrario, es un proceso al que darán forma y realizará activamente el Movimiento de Liberación del Kurdistán a través de todas sus estructuras junto con el Movimiento de Liberación de las Mujeres Kurdas y sus órganos de coordinación, la sociedad kurda en su conjunto y los amigos del pueblo kurdo, es decir, todo aquel que crea en la modernidad democrática. Este mensaje y la fase actual revelan la impotencia del Estado ante los 26 años de aislamiento y encarcelamiento de Öcalan. Romper este aislamiento es producto de una resistencia sin parangón, no sólo del pueblo kurdo y del movimiento, sino también del propio Öcalan y de quienes se solidarizan con la causa kurda.
Öcalan es el creador de una nueva cultura política y de una nueva cultura de lucha
Para entender este mensaje, hay que comprender al propio movimiento: las razones por las que surgió la lucha armada en varias etapas, su modelo organizativo, ideología y pensamiento y su capacidad para adaptarse a las necesidades de los tiempos cambiantes. Sin comprender la trayectoria de lucha del Movimiento de Liberación, especialmente con la forma en que define el problema, enfoca las soluciones, se enfrenta a los Estados ocupantes del Kurdistán y se posiciona dentro de las condiciones globales, no se entenderá el proceso.
Cada martirio nos ha causado un gran dolor, pero…
Como arquitecto de una nueva cultura política y de un nuevo modo de lucha, Öcalan ha creado constantemente oportunidades a partir de la imposibilidad, abriendo nuevos horizontes y trazando nuevos caminos para el pueblo kurdo, para otros pueblos de la región e incluso a escala mundial. Tanto en la guerra como en la paz, y en la lucha más amplia por una sociedad democrática, dos principios han sido siempre esenciales para Öcalan. En primer lugar, el derramamiento de sangre nunca debe llegar a un punto que haga imposible la paz, porque los implicados en el conflicto conviven en última instancia y algún día deben hablar juntos de paz. En segundo lugar, hay que evitar grandes pérdidas, porque la lucha de más de cuarenta años ha tenido un coste inmenso y precioso en nombre de la libertad. El verdadero arte del liderazgo reside en transformar cada martirio -cada uno de ellos profundamente doloroso- en una mayor fuerza de resistencia, en convertir esa pérdida en una filosofía de vida nueva, recogiendo el legado de los caídos y trabajando para hacer realidad su visión de una vida libre y una sociedad democrática.
A pesar de todos los ataques internos y externos contra el movimiento, Öcalan desarrolló una cultura de resistencia fuerte y duradera. Sirvió de guía al movimiento para preservar su unidad espiritual, organizativa y estructural, al tiempo que lo integraba en las luchas de ideas, de género y de clases, luchas que siguen impulsándolo. Forjó una estructura organizativa capaz de crecer y evolucionar.
Sin embargo, este gran organismo necesitaba una transformación histórica que lo liberara de las garras de la guerra, del centralismo de partido y del modelo estatista, centrado en el poder del socialismo de la era soviética. El objetivo era crear una estructura dirigida no al Estado, sino a la sociedad; no a la dominación, sino a la democracia; en la que el partido funcionara como herramienta impulsora del progreso y no como instrumento para controlar al pueblo. Este modelo de pensamiento y práctica se centra en la autodefensa y el autogobierno, y para lograrlo fue necesario un cambio total de paradigma. Estos esfuerzos comenzaron a mediados de la década de 1990. A partir de ese periodo, Öcalan hizo varios intentos de pasar del campo de batalla al de las soluciones democráticas, y de desarrollar una política democrática. Sin embargo, la resolución de la cuestión kurda que, por su naturaleza, es una cuestión internacional, se ha visto continuamente obstaculizada tanto por la traición interna como por las políticas de poder externas.
Este movimiento, que ha evolucionado desde el nivel del partido y el ejército hasta un sistema confederal -tanto mixto como autónomo de mujeres- debe ahora completar la fase que comenzó hace al menos veinte años.
Esta fase se vio obstaculizada por las razones anteriormente mencionadas, imponiéndose continuamente la guerra como única opción. Aunque el movimiento nunca se ha limitado únicamente a la lucha armada, adoptándola sólo como un medio necesario de autodefensa, la guerra crea, no obstante, una atmósfera que afecta a todos los aspectos de la vida y limita el potencial de otras vías que podrían servir mejor a la sociedad. Öcalan ha expresado claramente en sus mensajes que los logros alcanzados a través de la lucha armada han llegado a un punto en el que ahora deben transferirse al ámbito del pensamiento y la política democráticos, donde reside verdaderamente el espíritu de la paz.
¿Qué puedo hacer yo por la paz y el avance de una sociedad democrática?
Mucha gente tiene opiniones sobre este proceso, pero comprometerse con el movimiento también requiere que cada una de nosotras se pregunte: ¿cuál es mi responsabilidad? La crítica o el análisis deben ir acompañados de una reflexión sobre el papel que cada una puede desempeñar en el avance del proceso. De lo contrario, nuestras conversaciones no estarán a la altura de las normas éticas que tales debates exigen. Como parte de la filosofía de vida y lucha del movimiento, Öcalan ha subrayado a menudo: «Si hay un problema, primero pregúntate a ti misma, luego a tu entorno y después a tu enemigo». Este es un principio rector de cómo debemos abordar la paz y la transformación democrática: preguntándonos qué puedo hacer yo por la paz y el avance de una sociedad democrática.
Algunas personas, deliberadamente o no, se centran únicamente en la desintegración o el conflicto armado, haciendo caso omiso de todos los intentos de transición de un campo de lucha a otro, en particular de las formas moldeadas por la Guerra Fría y el socialismo real a nuevos modelos de resistencia y compromiso político.
Otra razón que subyace al llamamiento de Öcalan en favor de una sociedad democrática es su prolongado intento (que se remonta a 1993) de abrir el camino a la política democrática, permitiendo a todas las capas de la sociedad participar de forma significativa en la vida política. A pesar de varios altos el fuego unilaterales declarados en 1993, 1998, 2005, 2009 y 2013, fueron repetidamente respondidos con operaciones de genocidio político y agresiones militares. A partir de 2011, el movimiento comenzó a transformar su forma y estrategia, pasando de una postura de guerra defensiva a un modelo democrático basado en el paradigma de la modernidad democrática, ampliando su labor mediante la creación de consejos populares, comunas, academias y cooperativas.
Sin embargo, todos los intentos de abrir un espacio político democrático se han topado con obstrucciones sistemáticas. Las potencias internacionales y regionales han respondido a menudo tachando al movimiento de «terrorista», lo que ha dado lugar a detenciones, cierre e incautación de municipios y, fuera de Turquía, ataques, atentados políticos y pactos militares. Como consecuencia, el movimiento ha tenido que desarrollar una cultura, una mentalidad y unas herramientas de autodefensa que van más allá de la resistencia armada.
El llamamiento a la «Paz y la Sociedad Democrática» desafía y anula directamente los falsos pretextos utilizados para calificar de terrorista al Movimiento de Liberación del Kurdistán. Este proceso ofrece a los pueblos y a las mujeres la oportunidad de construir y desarrollar su propio sistema confederal democrático, organizado desde la base, lleno de contenido y con participación en todos los ámbitos. También permite la reflexión crítica y la corrección de las deficiencias experimentadas en los últimos veinte años, así como renovar los esfuerzos para poner en práctica el paradigma de la modernidad democrática. Este es el camino hacia una sociedad democrática y una vida libre.
Y, lo que es más importante, exige trascender la mentalidad que siempre espera soluciones del Estado, en lugar de ver a los propios pueblos como responsables de crear sus propios modelos democráticos. También exige enfrentarse a la mentalidad que no vincula la ocupación, tanto de la tierra como de la sociedad, con el patriarcado, que no reconoce que la libertad de las mujeres depende de la transformación de las mentalidades patriarcales.
La presencia del PKK en las montañas del Kurdistán ha logrado su objetivo de impedir la ocupación
El mensaje de Öcalan ejerce presión tanto sobre el movimiento como sobre el Estado turco para superar el actual estado de equilibrio, que se ha vuelto peligroso y repetitivo para el pueblo kurdo y el movimiento. También empuja a la lucha democrática a ampliar aún más su alcance.
El Movimiento de Liberación del Kurdistán aún tiene que dar pasos importantes para establecer una sociedad democrática, pero las condiciones internas del pueblo kurdo, junto con las circunstancias regionales y mundiales, ofrecen una oportunidad durante esta fase de reestructuración del sistema. Esta fase permite tanto reconocer y evitar los peligros como transformar las oportunidades en fuerzas para la lucha política y democrática.
La presencia armada del PKK en las montañas del Kurdistán ha logrado su objetivo de romper la mentalidad de negación y disolución. Ha evolucionado hacia una lucha por la autodefensa, utilizando diferentes herramientas, mentalidades y estructuras organizativas. La organización de la sociedad en torno al principio de la autodefensa requiere nuevos pasos. El movimiento ya ha sentado las bases de esa comprensión, cultura y práctica dentro de la comunidad.
En la actualidad, el Movimiento de Liberación de las Mujeres del Kurdistán se considera una fuerza seria y madura en la escena internacional
Öcalan ha hablado con frecuencia de las trampas y los juegos que se tienden contra los pueblos de Oriente Medio, así como de la intensificación de los conflictos, cuestiones que siempre han ocupado un lugar central en la agenda del Estado ocupante y de las fuerzas colonialistas mundiales. Estas fuerzas han utilizado su riqueza para explotar el potencial multiétnico y diverso de la región, enfrentando a los distintos grupos entre sí. El proceso de «Paz y Sociedad Democrática» pretende poner fin a esta situación, que persiste desde hace décadas, con el mejor ejemplo de su éxito visto en Rojava. Envía una advertencia: si los pueblos no desarrollan soluciones democráticas basadas en la paz y la coexistencia, corren el riesgo de enfrentarse a cincuenta Gazas.
A lo largo de más de 52 años, han quedado al descubierto los juegos, conspiraciones, políticas y mentalidad del Estado turco. Desde su pertenencia a la OTAN y su papel de garante de los intereses del sistema internacional, Turquía ha aprovechado todas las oportunidades disponibles para socavar el Movimiento de Liberación del Kurdistán, pero en última instancia no ha logrado destruirlo. Admiten haber gastado varios billones de dólares en la guerra, pero sin resultados. En cambio, hoy en día, el Movimiento de Liberación de las Mujeres del Kurdistán se considera una fuerza seria y madura a escala mundial, que inspira movimientos revolucionarios, sociales y alternativos.
En la mayoría de los movimientos de liberación del mundo, las cuestiones sociales se han sacrificado en aras del proceso político
La lucha de las mujeres kurdas, que constituye el núcleo del movimiento, lleva muchos años luchando contra la ocupación y el patriarcado, desarrollando su propia comprensión, modelo, ideología y ciencia. Partiendo de la premisa de que la única solución para Oriente Medio es el Confederalismo Democrático y de que resolver la cuestión de la mujer es la cuestión del siglo, presenta un nuevo manifiesto de lucha como criterio para ser socialista. Lo que está claro es que el papel de la mujer en la paz y en la sociedad democrática es fundamental.
Mientras que en la mayoría de los movimientos de liberación del mundo se han sacrificado las cuestiones sociales en aras del proceso político, el Movimiento de Liberación del Kurdistán no ha repetido este error. Por el contrario, ha desarrollado su sistema en todos los campos de lucha, reconociendo tanto los riesgos como las oportunidades, y haciendo evolucionar en consecuencia sus actividades, su sistema educativo y su organización.
Öcalan critica la concentración de poder en un solo lugar, considerándola un peligro para el proceso democrático. Sin embargo, también es importante comprender qué se necesita para criticar, superar y eliminar este peligro. Este proceso es más amplio que el propio movimiento, y es esencial considerar con qué mentalidad se hacen las críticas y cómo se abordan las deficiencias. La participación directa, radical y profunda en este proceso abre oportunidades para un sistema y una convivencia democráticos. En la situación actual, no se trata de soñar con la libertad, sino de practicarla activamente.
En Oriente Medio, a pesar de las intensas guerras y conflictos, la sociedad ha desarrollado sus propios sistemas de protección, que han creado más espacio para el Confederalismo Democrático
Es crucial centrar los debates en: ¿qué tipo de paz queremos? ¿A quién beneficia la paz? ¿Quién pierde con la paz? Es cierto que la guerra en sí misma conlleva un carácter masculino y violento, y es difícil alcanzar la libertad, la democracia y la igualdad en el contexto de la guerra. Sin embargo, la sociedad no puede existir sin protección. Pero aún más importante, en la fase de paz, ¿cómo funcionarán los métodos e instrumentos para salvaguardar los logros de la fase de lucha armada? ¿Cómo pueden las mujeres desarrollar su modelo social sin convertirse en víctimas del equilibrio de poder político? ¿Qué significa que un proceso de paz esté dirigido por mujeres? ¿Cómo pueden desarrollarse las luchas ideológicas y de género? Se trata de cuestiones vitales que deberían ser temas centrales en la próxima fase. Las experiencias de los movimientos de mujeres en situaciones de posconflicto en lugares como Irlanda del Norte, Euskal Herria, África, India, Colombia, Sri Lanka y muchas otras regiones -contra la ocupación- y el papel de las mujeres en estas luchas sociales ofrecen valiosas lecciones sobre dónde debemos evitar repetir errores y dónde sus experiencias pueden sernos beneficiosas. Y lo que es más importante, debemos aprender de nuestras propias experiencias.