Mujer y medicina – Parte III: La visión holística de la mujer con respecto a la salud y la curación. Remedios naturales vs industria farmacéutica.
“Mujer y medicina: una historia de usurpación y violencia” es una serie de artículos que analizan la historia de la mujer, la salud y la medicina y cómo la sabiduría ancestral de las mujeres sobre la salud fue usurpada por medio del patriarcado.
Parte 3 – La visión holística de la mujer con respecto a la salud y la curación. Remedios naturales vs industria farmacéutica.
Autora: Ana Arambilet
“Soy una mujer de 66 años y quiero compartir con vosotras una experiencia que me parece importante. Hace algunos años, en dos ocasiones hube de acudir al médico con síntomas tales como fatiga, cansancio, pesimismo, estado de ánimo deprimido, nerviosismo e insomnio. Sin duda alguna y sin ninguna prueba médica se me derivó a psiquiatría y durante varios meses en las dos ocasiones tomé medicación y asistí a terapia con un psicólogo.
Por otra parte, desde hace algún tiempo el médico me controla el colesterol mediante una analítica y en la última prueba me ha detectado carencia de vitamina D para lo que me ha prescrito un suplemento de esta vitamina.
A fin de obtener información sobre las causas y consecuencias de esta carencia consulté diversas páginas y cuál no sería mi sorpresa cuando (cito textual) los síntomas de la falta de vitamina D son precisamente fatiga, cansancio, pesimismo, estado de ánimo deprimido, nerviosismo e insomnio. Por ello tengo la certeza casi absoluta de que en las ocasiones anteriores mis síntomas no se debían a la enfermedad mental tan alegremente diagnosticada si no a la falta de vitamina D. Puede objetarse que mejoré con los tratamientos psiquiátricos, evidentemente la medicación hace que los síntomas se alivien, pero no necesariamente hacen desaparecer el origen del trastorno. También es cierto que la falta de vitamina D presenta otros síntomas como excitabilidad, gingivitis y debilidad muscular que en las ocasiones anteriores yo no presentaba, pero es que ahora tampoco los presento. Con lo que ahora sé, me pregunto si una analítica hubiera sido aconsejable para descartar posibles causas orgánicas o metabólicas antes de diagnosticar la depresión. Por último, no pude dejar de preguntarme si el hecho de ser una mujer y no un hombre haga que de forma un tanto inconsciente se nos achaquen a las mujeres enfermedades “propias de nuestro sexo” con mas frecuencia de lo que sería razonable.
La enfermedad mental siempre se ha considerado un estigma y es tarea de todos y en especial de nosotras las mujeres que ese lastre desaparezca mas pronto que tarde.” – M.A.M.
La concepción holística de la vida
Durante miles de años la naturaleza y el cuerpo humano fueron considerados como un todo interrelacionado; la enfermedad y su curación se relacionaban con esta concepción holística del mundo. La propia naturaleza proporcionaba las herramientas necesarias para la subsistencia y para el alivio de las enfermedades; y proporcionaba los remedios de las plantas naturales sin coste económico, al alcance de todas las capas sociales, y a través del conocimiento que las mujeres transmitían de generación en generación.
Nuestro cuerpo se relaciona con la naturaleza y, como expone Silvia Federici; “es también un receptáculo de poderes, capacidades y resistencias que se han desarrollado en un largo proceso de co-evolución con nuestro entorno natural, además de las prácticas intergeneracionales, que lo han convertido en un límite natural para la explotación.”
Silvia Federici habla también de la necesidad que nuestro cuerpo tiene “del sol, del cielo azul y el verde de los árboles, del olor del bosque y del mar, la necesidad de tocar, de oler, de dormir y de hacer el amor”.
Somos parte de la naturaleza, y sentirnos diferente de ella es parte de lo que nos ha llevado a la dominación. Durante miles de años la naturaleza ha proporcionado al ser humano sabiduría, experiencia, curación, alimento etc., pero ha sufrido el ataque constante del capitalismo, que la ha sojuzgado y que ha compartimentado nuestro cuerpo y sus necesidades, para convertirlo después en mercancía a mayor gloria de los mercados. La ciencia médica, en concreto, se especializa en compartimentos estancos que olvidan nuestra realidad holística, y que se reparten entre ellos el mercado de la medicina. Y las industrias farmacéuticas producen y comercializan medicamentos que, en no pocas ocasiones, son especialmente nocivos.
“La historia del cuerpo es la historia de los seres humanos, ya que no hay ninguna práctica cultural que no incumba primero al cuerpo”. Silvia Federicci
De la medicina natural a la institucionalización de la salud
Una aportación de A.B:
Relacionado con la descolonización de nuestros pensamientos aparece el tema de la salud. Es un tema muy amplio, ya que va desde lo que comemos, cómo nos relacionamos, cómo vivimos o cómo nos sanamos.
Problemas de salud ha habido siempre, y maneras de sanarnos, en todos los niveles, también. Antiguamente, las personas se curaban con la medicina tradicional, basada en el respeto y en la observación y auto observación de una misma y del desarrollo de las enfermedades. Había gente que tenía más herramientas que otras en este aspecto, y se las consultaba basándose en la confianza.
En el siglo XII se comienza a institucionalizar la salud y, ya en un sistema patriarcal tras el proceso de la caza de brujas entre los siglos XV y XVIII, las mujeres no tienen acceso a los estudios necesarios para poder ejercer libremente de doctoras, sanadoras … Las clases dominantes comienzan a tener acceso a la medicina (la institucionalizada y con título) y la medicina se convierte en una profesión ejercida sólo por hombres.
Se empieza a despreciar todos los conocimientos ancestrales que habían pasado de generación en generación y se impone la cultura de la inmediatez. Pero quedaba todavía una grieta en la que las mujeres ejercían la medicina: la partería. A pesar de eso, en los siglos XVI y XVII los médicos (hombres) comienzan a utilizar los fórceps como instrumento quirúrgico, y las mujeres tienen prohibida esta práctica.
La medicina actual es heredera de todas estas prácticas. Es cierto que la medicina moderna también ha aportado cosas muy positivas (antibióticos, algunas vacunas, cirugía, métodos de diagnóstico, etc). Gracias a la medicina moderna se ha alargado mucho nuestra esperanza de vida, pero ¿es solo cuántos años vivimos lo que importa? O ¿Cómo los vivimos y cuál es su sentido y significado? El sistema médico surge y se nutre de la ideología del sistema de dominación, por eso ha conseguido logros cuantitativos y mecánicos en detrimento de la pérdida de autonomía, de la pérdida del sentido vital y de una visión holística.
El sistema se apodera de la palabra “cuidado”, relacionándolo con el cumplimiento de las órdenes (basadas en gran parte en el aislamiento social) y hacerlo por solidaridad con las demás personas. Eso crea una sociedad basada en el miedo (a las otras personas, a relacionarnos, a mantenernos unidas…) y el individualismo, bien contrarios al hecho de cuidarnos entre nosotras y a la comunidad, y a delegar nuestra salud en manos de las farmacéuticas, que se rigen bajo parámetros económicos y son una herramienta más del sistema.
Un ejemplo de ello lo tenemos en la actual crisis de la COVID-19. A parte de crear un miedo a nivel social, las personas encargadas de los cuidados se han visto abocadas a un sistema de explotación enorme.
El papel de las farmacéuticas es el de perpetuar este sistema imponiéndonos todos estos parámetros y creando sociedades enfermas y sobre medicalizadas. Montsanto, Bayern, son un ejemplo.
La medicina como negocio
En la Edad Media, las mujeres cuidan y curan, y son abundantes las fuentes que han dejado testimonio de los tratamientos naturales que las mujeres elaboraban, y cuyas recetas se intercambiaban; y aunque muchos de estos recetarios están escritos por hombres, se sabe que originalmente fueron elaborados por mujeres (Montserrat Cabré y Fernando Salmón).
Con el capitalismo, la medicina se sistematiza y se institucionaliza, se fragmenta en lugar de tener una visión holística del cuerpo y de la vida. Con respecto a su sanación, las personas se desempoderan, se mercantilizan: somos “pacientes” (L.T). Dependientes del diagnóstico del médico, renunciamos al conocimiento intuitivo que tenemos del funcionamiento de nuestro cuerpo, y renunciamos también a nuestro relato; es muy difícil que un médico escuche o atienda a lo que el “paciente” puede decirle de su propia percepción sobre lo que le puede estar pasando: “es imposible que le duela”, “el médico soy yo, no usted”, “no se diagnostique…”.
En el prólogo al libro de Karl Polanyi, Europa en descomposición, Rafael Poch sostiene que el capitalismo corroe a la sociedad al introducir la lógica del beneficio en ámbitos que no habían estado regidos por los intereses del mercado; y al considerar a la naturaleza como una mercancía destruye el ambiente físico.
“El sujeto es el hombre, el científico, y el resto somos objetos -aunque haya mujeres en la medicina- es un número, una cadera, una infección. No son dos sujetos, sino un sujeto y un objeto para estudiarlo. No es que el método científico sea malo, sino que la institución de la ciencia tiene una base misógina, racista, clasista; no es que el desarrollo tecnológico sea malo, sino que no está al servicio de la gente del pueblo, no tiene como fin resolver las necesidades de la sociedad, no tiene como fin una vida libre.” (M.K.)
El tratamiento de la salud de nuestro cuerpo se convierte en un mercado más a explotar, y una muestra de ello es el desarrollo de la industria farmacéutica: el exagerado número de medicamentos y el excesivo consumo en los países más desarrollados son prueba del enorme volumen del mercado que mueve la industria farmacéutica. Algunas de las acusaciones que se le pueden hacer son la producción y comercialización de productos que en ocasiones han provocado innumerables muertes; la dificultad de acceso a los medicamentos por parte de los países del tercer mundo; precios innecesariamente desorbitados de algunos medicamentos, o el empleo de patentes. Todo ello se ha hecho aun más evidente con la pandemia.
Un caso especialmente grave y doloroso es el del OxyContin, comercializado como analgésico por la familia Sackler, cuando en realidad era un opiáceo que provocó miles de muertos y millones de adictos en los EEUU durante los años en que se vendió, incluso cuando se hicieron evidentes sus terribles efectos. La industria farmacéutica mueve una ingente cantidad de dinero, y cuenta con la colaboración y complicidad de políticos, funcionarios e incluso médicos, y pueden contratar a los más prestigiosos abogados y embarcarse en procesos eternos que los particulares que denuncian sus malas prácticas, no se pueden permitir. El escritor Patrick Radden Keefe ha publicado una exhaustiva novela (de no ficción): ”-El imperio del dolor-” sobre el caso del OxyContin.
En realidad el dolor puede ser controlado de una manera menos nociva para el cuerpo. El dolor también nos da información sobre nuestro cuerpo, y anular la sensación de dolor puede ocultarnos la evolución de una dolencia. El éxito del OxyContin se debió a la aceptación de que no había por qué padecer dolor, e incluso resultaba ofensivo que se cuestionara este medicamento ante personas que podían estar sufriendo dolores terribles. El problema es que el OxyContin se llegó a recetar para dolores moderados, que podrían haber sido tratados de manera natural.
Pero no solo se anula el dolor físico a base de analgésicos, de opiáceos, también el sufrimiento producido por las situaciones de presión que viven muchas personas (problemas económicos, maltrato laboral, presiones sociales., etc.) son combatidos con antidepresivos que las convierten en dependientes; son medicamentos que disminuyen la capacidad de respuesta y reacción de las personas frente a las verdaderas causas de su malestar. La psiquiatría es uno de los campos de la medicina más adictivo. “En lugar de revolución hay depresión (Byung-Chul Han)”; la respuesta a las presiones e injusticias se individualizan y cada uno es responsable de su propio dolor, no formamos parte de un cuerpo social común que se ayuda y se protege mutuamente.
Conclusión
Durante muchos miles de años el ser humano convivió con su propio entorno de una manera global, holística, y así también se relacionó consigo mismo. Durante este tiempo, las mujeres fueron las grandes detentadoras de los cuidados y la curación. Con el desarrollo del capitalismo y de las ciencias positivas, la naturaleza es colonizada y el cuerpo se fragmenta; los recursos y la respuesta a las necesidades básicas se mercantilizan. Frente a esto, son muchas las iniciativas que, dentro y fuera de la medicina, están recuperando el viejo saber de la práctica curativa y la importancia de la relación de empatía y confianza entre la cuidadora y la persona que recibe los cuidados.
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Bibliografía
El imperio del dolor. Patrick Radden Keefe.
Més enllà de la perifèria de la pell. Silvia Federici.
Jineoloji. Campamento del Mediterráneo. Primavera 2018. “La Karmela”, Bilbao. Taller de medicina natural.
La fábrica de la locura. Tomas Szazs.
Brujas, parteras y curanderas. Una historia de sanadoras. Barbara Ehrenreich, Deirdre English.
Europa en descomposición. Karl Polany.
La sociedad paliativa. Byung-Chul Han.
Curar y cuidar. Vínculos terapéuticos en la Baja Edad Media. Montserrat Cabré, Fernando Salmón.