Descubriendo Jineolojî en un campamento de mujeres jóvenes en Rojava

¿Qué es Jineolojî? ¿Por qué es importante? ¿Por qué os juntasteís aquí, y que os llevareís a casa con vosotras? Esto es lo que Zozan Sima, miembro del Comité de Jineolojî en Rojava, pregunta a las 31 mujeres jóvenes que la rodean al inicio de su charla. Su seminario es parte de un campamento de Jineolojî para la juventud que dura dos semanas y se lleva a cabo en Jinwar, el pueblo de mujeres de Rojava.

Acto seguido explica la construcción de la palabra “Jineolojî”, procedente de “jin” – mujer en Kurmancî, y “loji” – que significa ciencia en griego. Es pues, la ciencia de las mujeres, también “Ilm Al-Marra” en árabe, como explica una de nuestras compañeras árabes. Después le sigue un debate sobre la utilidad de la ciencia, que a la vez concluye en que cocinar es una ciencia, bastante extendida entre las mujeres. También estamos de acuerdo en que la vida es la fuente de la
ciencia y que debemos reconectarnos con ella.

La cabaña donde se llevan a cabo los seminarios se construyó en mitad del jardín, entre albaricoqueros, las paredes están decoradas con fotografías, ropas tradicionales kurdas, artesanía y pancartas con lemas como: “Pêşxistina jinê tolgirtina ji koletîye ye” – “El progreso de la mujer es la venganza contra toda opresión” y “Heqîqet eşq e, eşq jî jiyana azad e” – “La verdad es amor y amor es vida libre”.

“¿Cómo podemos defendernos? ¡No sabemos! ¿Cómo debemos organizar nuestra vida? ¡Tampoco sabemos! Si una de nuestras amigas enferma, ¿cómo la ayudamos? ¡Simplemente, no sabemos! Pero antes, la gente sabía estas cosas, la ciencia y la vida trabajaban juntas”. Es bajo esta premisa que se llevan a cabo los seminarios, dejando de lado la mera teoria y profundizando en la realidad de la mujer y su vida diaria. El seminario de anatomía por ejemplo se centra en la pubertad y en la menstruación. También debatimos sobre los clichés asociados con la virginidad, como el “sangrado de la primera noche”, por lo que innumerables mujeres han sido asesinadas a lo largo de la historia. Hanna, de 20 años dice: “la
sociedad vincula a la mujer con algo sucio, en el sentido moral, ¡pero eso es totalmente erróneo!”

Para la autodefensa, tanto física como psicológica, cada mañana, a las 5,30, después del ‘Rojbaş’ o ‘Buenos días’ hacemos deporte y prácticamos Taekwondo, ya que una de las chicas de 16 años resulta ser cinturón negro y nos enseña. Una de nosotras, las internacionalistas, enseña algunos puntos básicos del Wing Chun, una de las pocas artes marciales
conocidas que fueron inventadas por una mujer. Otras actividades includen trabajar en el huerto, hacer ladrilos de madera para las casas de Jinwar, aprender a montar en moto, montar a caballo, pintar, cantar, hacer música, y jugar al volleyball y a otros juegos colectivos. Como explica Dersim, una chica kurda de 20 años, durante un seminario: “la realidad de nuestras sociedades es que todo está en manos de los hombres, ¿así como puede la sociedad levantarse? Si las mujeres se
empoderasen, se educasen y desarrollaran su potencial, ¡todo sería diferente!”

Para unir conocimiento y realidad, las excavaciones arqueológicas de una colina en Til Bender, cerca de Hasaka, nos muestran la herencia histórica que los dejaron las mujeres en las primeras civilizaciones. Restos de las sociedades naturales matriarcales pueden ser observados y se perciben alrededor de las colinas ancestrales esparcidas por Rojava.

El último día organizamos una Moral, una celebración para la cual casi todo el mundo se prepara algo- muchas canciones, una obra de teatro, un sketch de humor imitando a varias de las compañeras a petición popular y una compilación de videos y fotos que reflejan el tiempo que pasamos en el campamento. El adiós de la mañana siguiente está cargado de
emociones, cuidad por ciudad las compañeras marchan, algunas lloramos, pero estamos llenas de esperanza y promesas por vernos de nuevo.

A pesar de que el campamento en sí y los seminarios se hacen cortos, lo importante es destrozar las fronteras que aprisionan nuestras mentes y cuerpos, como sucedió por ejemplo durante las clases de conducir del campamento en un país donde tradicionalmente a las mujeres no se les facilita esa opción. La experiencia también nos aporta herramientas para desarrollar una conciencia sobre la opresión de la mujer, que puede utilizarse por cada una de nosotras en nuestra vida personal y colectiva. Surgieron varias ideas como crear comités de Jineolojî, traer su perspectiva a los centros de jóvenes, seguir con las clases de conducir y con el Taekwondo. Al final algo cambió, las puertas de nuestra mente se abrieron y los miedos desaparecieron. Las mujeres se conocieron más y profundizamos nuestro entendimiento con los nuevos impulsos y perspectivas del camino de “Jin, Jiyan, Azadî”.

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